En casa de mi madre hay una cigüeña de porcelana que en realidad nadie sabe muy bien cómo ha llegado hasta allí.
Cuenta mi madre, que según mi abuela, había sido un regalo que su abuelo Gaspar, propietario de una pequeña empresa dedicada a la fabricación de ropas de aguas, había traído como recuerdo de un viaje de negocios a Argentina, allá por los finales del XIX.
Casi nada.
El caso es que el otro día leí una noticia en el periódico que me recordó bastante a la historia de este tan preciado legado familiar y que pasaré rápidamente a explicar a continuación:
Como a una no le gusta opinar sin conocimiento de causa, me descargo el proyecto que está disponible en la página web del Ayuntamiento.
Comparo la propuesta con la situación actual, y la verdad es que me quedo un poco sorprendida.
Es una propuesta inteligente, sencilla y poco pretenciosa, en la que se propone consolidar la esencia original del parque: cruce de vías con 4 parterres perimetrales y aumentar la zona peatonal al sustituir la vía rodada que lo circunda por un boulevard arbolado.
Efectivamente, se sustituyen los bancos antes mencionados por unos nuevos de hormigón, pero estos se disponen de tal forma que generan los mismos espacios de estancia que los existentes hasta este momento, e incluso se opta por proporcionarles un toque de color, en lo que yo interpreto aquí como un claro intento de reminiscencia cromática.
Sin embargo, la gente está descontenta, no entiende el porqué del derribo.
Ellos quieren sus bancos, los de siempre, los de “toda la vida”.
El criterio de la arquitecta redactora del proyecto es que en realidad los bancos carecen de valor en sí mismos por ser, no sólo el resultado de la importación de una moda que se extendió a toda España con motivo de la Exposición Universal de Sevilla, sino que además se da la circunstancia de que las cerámicas actuales no eran las originales, ya que éstas, muy deterioradas, habían sido sustituidas por otras en 1980.
Alois Riegl en su libro El culto moderno a los monumentos. (1903) define monumento antiguo no intencionado como ``toda obra debida a la mano humana, sin atender a su significado original, ni al objeto al que estaba destinada, con tal que denote exteriormente que ha existido y vivido durante más tiempo antes del presente´´
Riegl defiende que más allá del valor artístico relativo de cualquier objeto, muchos precisamente lo son por los valores rememorativos que les son inherentes y que él clasifica en 2 grandes grupos: el valor de lo antiguo y el valor de lo histórico.
Para explicarlo pone el ejemplo de una hoja de pergamino de siglo XV con un contenido tan sencillo como la compra de un caballo, donde el valor histórico se aprecia por un lado en los elementos artísticos como los rasgos formales de la nota y las letras y por otro en las disposiciones de la compra y en los nombres, mientras que el valor de lo antiguo se aprecia en lo amarillento, la pátina y la pérdida de color del propio monumento.
Según Riegl, más allá de la propia precariedad del objeto en sí, el valor del pergamino reside en la información que nos transmite y en la excepcionalidad de su existencia.
Si hubiese millones de pergaminos, y cada unos de ellos nos transmitiese la misma información, su valor individual sería obviamente menor.
¿Significaría esto que el valor de los bancos dependería del carácter singular de su actual existencia, independientemente del motivo /razón/ moda/ asunto que motivara su construcción?
A pesar de todo, creo que si el Sr.Riegl pudiese pronunciarse al respecto sobre el asunto que aquí nos concierne, lo que hubiese realmente censurado sería esa intervención ochentera que decidió cambiar los azulejos antiguos por otros nuevos y en mejor estado, pues según él, los objetos monumentos tienen derecho a vivir y morir como los seres humanos, es decir, siguiendo estrictamente el dictamen de las leyes de la naturaleza.
Es más, quizá ante una obra ya ``mancillada´´ como esta, posiblemente su decisión hubiese sido la misma que la que adoptó la arquitecta redactora del proyecto: todo a la porra.
O no.
Llegados a este punto la verdad es que ya no sé muy bien que pensar.
Que todo se debía a una influencia de tintes andaluces?
Olé!!!!
Que lo que tenemos es una versión adulterada del original?
Arriquitaaauun!!!!
La verdad es que, a estas alturas, la única certeza que me queda es que para mi madre, su cigüeña, pintada de rojo, verde o amarillo sigue siendo su cigüeña y mi madre por su cigüeña mata.
Un saludo
lo interesante es que los jardines sean equiparables al salón de tu madre ...es decir, que los ciudadanos sienten tan suyo ese espacio que no permiten que se lo cambien sin su aprobación...viva la participación ciudadana!
ResponderEliminar...aunque aquí entre nos, si los bancos de hormigón están bien diseñaditos y tal, mejor quitar esos azulejos con floripondios que total ya eran una copia no? pero a ver quien va a convencer a doña paquita de que el hormigón desnudo está mejor que unos azulejos cucos con florecitas.
:) esperamos que la cigüeña no traiga consecuencias "peores". Es curioso que en muchas casas hay elementos que nunca sabemos exactamente como aparecieron, y pese a eso forman parte de ciertas estancias. Un placer leerte!
ResponderEliminarMe ha encantado leer este post, porque es real como la vida misma, pensando y pensando una historia similar me he acordado de unas figuritas en bronce de unos cisnes, concretamente son tres y van en tres tamaños diferentes, que los tiene desde tiempos inmemoriales mi madre y un día le pregunté que si le gustaban esos cisnes, y me dijo que "creía que si le gustaban" pero que como estaban en casa toda la vida pues se había acostumbrado a ellos...un día se los tiré y le puse otra figura diferente, lo peor de todo es que le encantó el cambio. Hay que renovarse o morir, y si encima en los 80 hicieron ya el gran crimen, pues mejor cambiarlo de forma drástica para que mejore la zona, que seguramente lo hará.
ResponderEliminarUn beso y siguenos contando historias como estas, y de la manera en que lo haces.
Laura
Arriquitaun! Me ha salido una carcajada al ver a la Sra. Farnsworth con peineta, si Mies van der Rohe la hubiese visto de esa guisa se habría enamorado de ella.
ResponderEliminarAhora que si Mies levantara la cabeza y viera los azulejos ochenteros...
acabo de descubrir tu blog y, después de leer esta entrada tan interesante, creo que seguiré leyéndote.
ResponderEliminaren cuanto a los bancos, estoy con los vecinos (en lo de la cigüeña, con tu madre, por supuesto). al fin y al cabo, qué más da el valor que tengan realmente si ellos les dan todo el que les dan.