28 de agosto de 2015

AS CORREDOIRAS. Arquitectura en el paisaje.

Galicia, vacaciones, una semana de lluvia que no da tregua y paseos por las aldeas, lugares y corredoiras.

Todas estas circunstancias traen a mi memoria un fragamento de El Bosque Animadodonde su autor, Wenceslao Fernández Flórez nos habla de Galicia, de la lluvia que no cesa, de la sabiduría de la naturaleza  y de la arquitectura del paisaje gallego.

Espero que lo disfrutéis tanto como yo.


"Llovió tanto que parecía mentira que restase aire para respirar en el espacio lleno de hilos líquidos y de partículas acuosas que iban y venían, flotando, con aspecto de diminutos seres vivos, como si aquel mar tuviese también su plancton. El viento, quizá sorprendido por su fracaso o afligido por su torpeza, se había quedado quieto, quieto, tal la criada que rompió la pecera y encharcó la alfombra. Y en varios días nada se movió bajo la lluvia: ni hojas, ni pájaros, ni hombres. En los establos penumbrosos, los bueyes fumaban su propio aliento, y en el balcón techado del cura, el gato —con la cola pegada al costado izquierdo, como una espada—, sentado sobre su vientre, miraba con ojos de chino una hora y otra hora, entre los barrotes pintados de azul, cómo caían tubitos de cristal desde las tejas, adormecido en romanticismo.

Entonces la tierra se puso a trabajar, según su vieja sabiduría, para no anegarse; porque a la tierra le dura aún el terror del Diluvio y por eso emana de ella no sé qué de expectación solemne y de angustia que nos penetra imprecisamente cuando la flagelan los chubascos. ¿Dónde meter, Señor, tanta agua? ¿Qué hacer con ella? Y primero la escondió en los sembrados esponjosos y bajo la hierba de los prados, y luego hizo barro del polvo de los caminos, y como aún caía más, todo se dedicó a ayudarla: las plantas bebieron hasta engordar; las corredoiras aviniéronse a convertirse en cauces; los arroyuelos que bajan hasta el río, olvidados entre herbazales, se dieron una prisa ruidosa en llevar y verter su hinchada corriente; cada planicie arada se hizo cartel de escudo, a barras alternadas de plata y ocre, y como escudos de metal abandonados nacieron aquí y allá charcos inmóviles. En la fraga todos trabajaron también: los musgos se ensancharon; las piedrecitas de cuarzo de los senderillos dieron toda la tierra que adhirieran y se quedaron blancas y delatadas; cada hoja cargó todas las gotas que pudo soportar y las sostuvo en lo alto, y esos enanitos de gorros de colores que son los hongos y que tienen sangre de agua porque son hijos de la lluvia, nacieron a centenares, bruscos como un milagro, maliciosos y burlones; porque uno de tallo encorvado que tenía su remate plano e irregular, era evidente que caricaturizaba a la bruja de Orto que atravesaba la fraga con su viejo paraguas abierto, y otro pequeñito y de rojo casquete quería sin duda remedar a la niña del molinero que, cuando llovía, pasaba llevando una antigua y breve sombrilla encarnada de su madre."



Un saludo
Sra. Farnsworth

2 comentarios:

  1. Me ha alegrado la mañana, Sra Farnsworth. Mientras veo llover por la ventana.
    Y me ha gustado la nueva imagen del blog.

    Saludos.

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    1. Montse, menos mal que dicen que viene un Septiembre buenísimo!!!, sino seguiremos buscándole el encanto a la lluvia.
      Después de 5 años, tocaba cambiar un poquito la imagen del blog.

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