Galicia, vacaciones, una semana de lluvia que no da tregua y paseos por las aldeas, lugares y corredoiras.
Todas estas circunstancias traen a mi memoria un fragamento de El Bosque Animado, donde su autor, Wenceslao Fernández Flórez nos habla de Galicia, de la lluvia que no cesa, de la sabiduría de la naturaleza y de la arquitectura del paisaje gallego.
Todas estas circunstancias traen a mi memoria un fragamento de El Bosque Animado, donde su autor, Wenceslao Fernández Flórez nos habla de Galicia, de la lluvia que no cesa, de la sabiduría de la naturaleza y de la arquitectura del paisaje gallego.
Espero que lo disfrutéis tanto como yo.
"Llovió tanto que parecía mentira que restase aire para respirar en el espacio lleno de hilos líquidos y de partículas acuosas que iban y venían, flotando, con aspecto de diminutos seres vivos, como si aquel mar tuviese también su plancton. El viento, quizá sorprendido por su fracaso o afligido por su torpeza, se había quedado quieto, quieto, tal la criada que rompió la pecera y encharcó la alfombra. Y en varios días nada se movió bajo la lluvia: ni hojas, ni pájaros, ni hombres. En los establos penumbrosos, los bueyes fumaban su propio aliento, y en el balcón techado del cura, el gato —con la cola pegada al costado izquierdo, como una espada—, sentado sobre su vientre, miraba con ojos de chino una hora y otra hora, entre los barrotes pintados de azul, cómo caían tubitos de cristal desde las tejas, adormecido en romanticismo.
Entonces la tierra se puso a trabajar, según su vieja sabiduría, para no anegarse; porque a la tierra le dura aún el terror del Diluvio y por eso emana de ella no sé qué de expectación solemne y de angustia que nos penetra imprecisamente cuando la flagelan los chubascos. ¿Dónde meter, Señor, tanta agua? ¿Qué hacer con ella? Y primero la escondió en los sembrados esponjosos y bajo la hierba de los prados, y luego hizo barro del polvo de los caminos, y como aún caía más, todo se dedicó a ayudarla: las plantas bebieron hasta engordar; las corredoiras aviniéronse a convertirse en cauces; los arroyuelos que bajan hasta el río, olvidados entre herbazales, se dieron una prisa ruidosa en llevar y verter su hinchada corriente; cada planicie arada se hizo cartel de escudo, a barras alternadas de plata y ocre, y como escudos de metal abandonados nacieron aquí y allá charcos inmóviles. En la fraga todos trabajaron también: los musgos se ensancharon; las piedrecitas de cuarzo de los senderillos dieron toda la tierra que adhirieran y se quedaron blancas y delatadas; cada hoja cargó todas las gotas que pudo soportar y las sostuvo en lo alto, y esos enanitos de gorros de colores que son los hongos y que tienen sangre de agua porque son hijos de la lluvia, nacieron a centenares, bruscos como un milagro, maliciosos y burlones; porque uno de tallo encorvado que tenía su remate plano e irregular, era evidente que caricaturizaba a la bruja de Orto que atravesaba la fraga con su viejo paraguas abierto, y otro pequeñito y de rojo casquete quería sin duda remedar a la niña del molinero que, cuando llovía, pasaba llevando una antigua y breve sombrilla encarnada de su madre."
Un saludo
Sra. Farnsworth
Un saludo
Sra. Farnsworth
Me ha alegrado la mañana, Sra Farnsworth. Mientras veo llover por la ventana.
ResponderEliminarY me ha gustado la nueva imagen del blog.
Saludos.
Montse, menos mal que dicen que viene un Septiembre buenísimo!!!, sino seguiremos buscándole el encanto a la lluvia.
EliminarDespués de 5 años, tocaba cambiar un poquito la imagen del blog.